Los choques generacionales han estado presentes durante toda la historia del ser humano. Esto viene dado porque ninguna sociedad es estática, más bien todo lo contrario: siempre los rituales y costumbres se vuelven más complejos y cambiantes.

En el pantanoso y salvaje ambiente de las redes sociales, lo común es la ruidosa y estrepitosa afrenta generacional, sobre todo contra los millennials más jóvenes y los centennials, a quienes hombres y mujeres del siglo pasado acusan de ser una “generación de cristal”.

La lucha por los derechos de estos grupos que prácticamente crecieron con la era digital masiva, difiere de todo lo establecido como natural en el siglo XX, secuelas de una dictadura stronista, donde lo «normal» se radica en los constantes abusos y violaciones de derechos humanos más atroces de ese siglo, lo que provoca controversias sobre todo en un país como el nuestro, de tercer mundo, porque “no aguantan nada», «de todo se quejan», «son frágiles», «lloran por cualquier cosa», «todo les ofende”, etc. Sin embargo, debo apuntar, ¿quién está en lo correcto?


Si recordaramos de cómo eran las cosas de niños, o de como nos contaron que era, que la naturalidad de las cosas estaba sujeta a las reglas de conveniencia, de ahí que antes fuera “anormal” ser gay, o ser una mujer competitiva y trabajadora, o una niña o niño que se revelara contra la sociedad desafiando las «reglas de vestimenta», ya que entendemos que género es una construcción social, y sin embargo, en algunos lugares alejados de nuestra “normalidad”, siguen bajo esas costumbres arcaicas para el mundo globalizado. Todo lo contrario era rebeldía.

No existe tal cosa como «normalidad»

Entonces, bajo esa premisa, podríamos pensar que realmente las condiciones con las que se estructuraron las formas de vida evolutivas del siglo pasado, también son carentes de cierta justicia, y en donde el abuso estaba permitido por la ley y las tradiciones, incluso la auto explotación, la violación de los derechos humanos.

Las historias de superación personal se encaminan a ello: “hazlo sin límites, acaba con las barreras, cumple tus metas, no te rindas”. Y nos encaminamos hacia la tolerancia extrema, la permisividad, a ser una sociedad «tóxica”, donde el estrés se convirtió en algo natural porque es parte de la vida normal nada es fácil. Obviamente grupos vulnerables sufrieron más que la parte que sistémicamente domina… los adultos hombres. Sí, la cosa patriarcal.

Entonces estas nuevas generaciones ven algo que nosotros, desde nuestra “normalidad”, no vimos, porque crecimos soportando las adversidades en un entorno donde el abuso era fortísimo desde varios segmentos sociales.

Los tiempos cambian

Ya no son esos tiempos: el racismo ha perdido desde varios flancos, el machismo se está viendo amenazado y patalea desde su sitio de confort, el abuso laboral también es observado desde miradores de derechos humanos o crisis de salud, los centennials traen desde su sensibilidad, una nueva perspectiva de la vida. El asunto es lo siguiente; los mayores, los que aprendieron a tener que aguantarse para vivir, bajen un poquito la guardia para escuchar a los que tienen una nuevo plan de cómo vivir. Ese debate que aún no empieza.

Es tiempo, parece ser, de jerarquizar “normalidades”, que también tendrán en sus claroscuros, extravagancias y desvaríos, nuevos límites. Hasta que venga una nueva “generación de cristal”.

Fuente: https://www.milenio.com/opinion/erik-vargas/el-desmenuzadero/los-toxicos-y-la-generacion-de-cristal

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