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Que se haga justicia, por Katia y por todas

La joven Katia Brítez había iniciado una relación con Osvaldo Zaracho hace casi dos años atrás, pero se separaron como consecuencia de la violencia que Osvaldo ejercía sobre ella, llegando incluso al hostigamiento, las amenazas de muertes e intentos de estrangulamiento por parte de él.

Por ese motivo, Katia lo denunció y a él se le otorgó la prisión domiciliaria en lugar de la preventiva. Su denuncia fue catalogada como violencia familiar en lugar de intento de feminicidio. Si las autoridades fiscales hubieran investigado mejor, tal vez Katia estaría viva hoy.

El domingo pasado, el país fue testigo de cómo una joven vida se apagaba a manos de la violencia machista. En la ciudad de Lambaré, Osvaldo, expareja de Katia, la atropelló y arrolló hasta “8 veces” con el vehículo, según declaraciones de testigos. El auto había «tomado prestado» de un amigo para cometer el crimen.

El machismo mata

Osvaldo Zaracho, residente en Fernando de la Mora, no aceptaba la ruptura de la relación ocurrido en febrero de este año. Continuaba acosando a su expareja Katia Brítez, de 20 años, hackeando sus redes y monitoreando sus actividades. Según declaraciones de los vecinos, Katia ya había sido amenazada de muerte por su expareja.

En entrevista con C9N, Johana Brítez, hermana de la víctima, declaró que Osvaldo había ingresado a su casa sin permiso de nadie, la esperó a Katia en su habitación, la golpeó e intentó asfixiarla con una almohada. Después de arrojarla al suelo, intentó estrangularla.

Luego de dos horas de maltrato y violencia, logró escapar y solicitar ayuda a su padre. Desde ese momento, se presentaron las denuncias y el padre tomó medidas de seguridad para evitar que Osvaldo pudiera ingresar nuevamente a la casa.

A todas estas agresiones se suman el intento de control sobre el cuerpo y la vida de Katia al invadir su privacidad hackeando sus redes, todo esto para controlar su relaciones y amistades, luego de meses de haber concluida la relación y con una denuncia en sus espaldas.

Estos patrones machistas (red flags), indican que el agresor está perpetuando una dinámica de poder desigual basada en la dominación y el control. Estas acciones reflejan la mentalidad patriarcal que considera a las mujeres como propiedad o posesión, negando su derecho fundamental a la privacidad y a una vida libre de control externo.

La Fiscalía no la protegió a Katia

La causa fue caratulada como violencia familiar en vez de intento de feminicidio, algo que Johana no logra entender. Según el periodista Héctor Alegre, en conversación con radio 1000 am, el tercer fiscal a cargo del caso de Katia Brítez fue Eugenio Ocampos, quien llegó a pedir el sobreseimiento provisional de agresor, con el argumento de que podría terminar de ser liberado si era llevado a juicio sin pruebas suficientes.

Desde abril, no se habrían realizado aproximadamente unas 10 diligencias para hacer avanzar la investigación; razón por la cual no había prácticamente pruebas contra Osvaldo Zaracho. Es decir, Osvaldo fue beneficiado por un sistema que hoy día carece de brindar garantías a las víctimas de violencia machista.

Justicia, por ella y por todas

El sábado pasado, Osvaldo violó su prisión domiciliaria para acechar a su víctima. Katia salió a una fiesta con algunos amigos, en una previa a su cumpleaños que planeaba celebrar en su casa el 1 de septiembre. El hombre la acechó esa noche hasta la mañana de ese domingo y, al verla llegar en compañía de un amigo, finalmente terminó por arrebatarle la vida.

Johana reconoció a «Kati», como solía llamarla, por sus uñas. Ella le había hecho las uñas la noche anterior. Ahí confirmó que se trataba de su hermana menor. «Me agarró la mano y me dijo: es Osvaldo». En su último aliento, su esfuerzo final fue para identificar a su victimario.

Johana le dijo a su hermana “No te vayas a ir de mí” y ahí ella se desvaneció. “Nadie te prepara para una persona que se va de vos”. “Yo quiero que solo se haga justicia, por ella y por todas las chicas”.

Sus amigos la recuerdan como un ser de luz, como una persona llena de sueños y alegría. Quería ser azafata para volar por todo el mundo.

La fiscal Laura Romero imputó a Osvaldo Zaracho por el feminicidio de Katia Monserrath Brítez Torres. El feminicida guardará reclusión en Tacumbú y se expone a 30 años de cárcel.

Después de hacernos eco de este terrible hecho y mencionar la falta de reglamentación de las tobilleras electrónicas para las personas con arresto domiciliario, ley aprobada en 2017, es que las autoridades recién ahora prometieron su implementación en los primeros 100 días del gobierno del presidente Santiago Peña.

Se debe trabajar en la prevención

La lucha contra la violencia de género involucra una combinación de medidas a nivel individual, comunitario e institucional. Esto incluye la educación temprana sobre igualdad de género y respeto mutuo, la promoción de normas sociales que rechacen cualquier forma de violencia.

Además, el fortalecimiento de leyes y políticas que protejan a las víctimas y sancionen a los agresores. La negligencia del Estado no debe ser un factor que propicie el feminicidio, esto es imperdonable.

Es importante la expansión de servicios de apoyo y refugios para las personas afectadas, así como la capacitación adecuada para profesionales que trabajan en este ámbito.

Se requiere un compromiso continuo de la sociedad en su conjunto para desafiar los estereotipos de género y fomentar relaciones basadas en el respeto, la equidad y la empatía.

No es un loco, es un hijo sano del patriarcado

“No podemos hablar de locura, es algo peor que eso, porque una persona que padece algún trastorno mental sufre porque no puede tener un principio de realidad, sus visiones y delirios los atormentan, pero el feminicida no está sufriendo, al contrario, disfruta hacer sufrir”, explicó al medio La Prensa el doctor Adolfo Sarabia, especialista en psicoanálisis, cuando se le preguntó sobre el perfil del feminicida.

“Llamar ‘monstruo’ a un feminicida es mucho más fácil que aceptar, reconocer y nombrar la violencia machista que se vive en Paraguay.

Es mucho más fácil nombrar a un individuo como enfermo que reconocer que la sociedad y la cultura en la que ha crecido es profundamente desigual, machista y patriarcal.

El término «feminicidio» se refiere a los asesinatos de mujeres debido a su género y se relaciona con sistemas de poder que perpetúan la opresión de las mujeres.

El feminicidio tiene su base en una cultura machista y patriarcal

Unos cuantos piquetitos. Frida Kahlo denuncia la violencia machista en esta desgarradora escena.

El feminicidio no puede estar enfocado y justificado en cuestión de salud mental, sino en la violencia estructural en que vivimos. Están estrechamente relacionados con problemas de desigualdad de género y cultura patriarcales.

A través de dicha desigualdad, se configuran muchos otros estereotipos sobre el rol de las mujeres, así como su valor por ser personas. Las deshumaniza y las convierte en objetos en vez de sujetos.

Mientras tanto, el sujeto masculino, dueño del poder en esta relación, se considera propietario del cuerpo feminizado, permitiendo que este sea utilizado, castigado y asesinado.

Según la antropóloga Elvia Ramírez Olvera, el feminicidio es un fenómeno multicausal, porque, así como interfiere la condición psicológica del agresor, también tienen que ver las condiciones sociales que predisponen la reproducción de los prejuicios de género, mismos que colocan a la mujer en una posición de inferioridad respecto al hombre. 

Una cultura machista en el Congreso

Hoy nos tocan autoridades que se refieren al machismo como algo inexistente en el Paraguay o que es culpa exclusiva de las mujeres, según la senadora Lizarella Valiente.

Se tratan en el senado temas como eliminar la palabra “igualdad de género”, porque para los antiderechos evoca a la supuesta ideología de género. La violencia machista es negada, invisibilizada o trivializada, principalmente por los colorados cartistas.

La negación o minimización de la violencia machista y la retórica que busca desacreditar la igualdad de género solo perpetúan patrones de discriminación y desigualdad en la sociedad. Esto es especialmente grave cuando este discurso viene directamente de las autoridades.

Esperar la justicia en el Paraguay es estresante

Para la socióloga y feminista, Carlota Arroyo, la revictimización y la falta de justicia también crea las condiciones perfectas para reproducir la violencia feminicida, porque envía el mensaje a los potenciales feminicidas de que, al no haber sido sancionado anteriormente, existe una gran probabilidad de que, en un futuro, tampoco tenga represalias y sus delitos queden impunes.

La justicia no le brindó una respuesta a Katia cuando ella lo necesitaba, hasta el punto de considerar estresante tener que esperar una respuesta favorable que la permita sentirse segura.

Asimismo, en las redes, periodistas dieron a conocer la identidad del padre de Osvaldo, quien también se llama Osvaldo Zaracho y es director del Centro Educativo de Itauguá, conocido como “Panchito López”, un centro de detención juvenil.

Todo esto plantea serias interrogantes de si la Justicia en algún momento consideró proteger a Katia de su agresor o quizás encubrirlo.

Esto ocurre cuando los casos de violencia machista son denunciados, pero la justicia no llega. Como fue el caso de Katia. ¿Hasta cuándo es suficiente?

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